Realizar sabias inversiones conduce al equilibrio.
Ya sean financieras, físicas, emocionales, mentales o energéticas.
Los gastos invertidos en productos de baja calidad y hechos por medio de la esclavitud de vidas conducen a un déficit.
Los gastos dedicados a personas, trabajos y situaciones que sólo cogen, cogen y exigen sin contribuir, conduce a un balance negativo.
Invertir la salud, energía, tiempo y dinero echando margaritas a los cerdos (con perdón del animal).
Las personas que esperan continuamente que demos el primer paso siempre nosotros para todo, las que ante un conflicto generado incluso por ellas mismas se regocijan esperando que nos acerquemos para que nos disculpemos sin ellas dar un brazo a torcer.
Y así desear condescendientemente que nos arrastremos, las llamemos y las busquemos para seguir culpándonos en un intento inutil y salvajemente incesante de alimentar su ego.
Los gastos involucrados en lo anterior, además de una atención pobre e inconsciente a uno mismo, trae consigo la enfermedad.
Eso no es calidad de vida, eso no es prosperidad ni es riqueza.
Invertir tiempo en uno mismo.
Invertir en productos de calidad, más que de cantidad, que duren mucho y que estén hechos por personas o seres vivos libres. eso es una buena inversión.
Invertir en descanso y en comida sana.
Invertir en hábitos prósperos.
Invertir en tiempo para saber invertir.
Poner límites.
Respetar el dinero (EL DE TODOS) respetando tu vida, tus relaciones y tu trabajo.
Y RESPETAR TODO DE TODOS.
Y viceversa.
Invertir el tiempo en personas que ponen su atención en nosotros y nos corresponden.
Invertir en nosotros, en potenciar una vida plena aquí y ahora.
Invertir en trabajos y proyectos de calidad.
Invertir en ganar dinero de forma saludable, y hacer que otros también lo ganen.
Eso es, una buena inversión.